domingo, 4 de septiembre de 2011

Camino de Ítaca (experiencia en el Camino de Santiago)

Después de hacer el Camino de Santiago Paulo Coelho escribió una de las historias más hermosas que uno pueda leer, El Alquimista. En esta obra enunciaba la famosa sentencia que tan celebre le ha hecho: “cuando deseas algo todo el universo conspira para que lo alcances, solo tienes que seguir las señales y escuchar a tu corazón”



Haciendo el Camino resulta fácil entender qué inspiró a Coelho esa idea, y es que eso es lo que se hace caminando a Santiago, seguir  señales y escuchar al corazón. Y si el mío es de por sí inquieto en esta ocasión ha rugido con fuerza.


Se requieren los cojones de un toro para hacer un camino como el que yo he realizado, una vez empiezo a caminar decidí que aquello tenía que ser un peregrinaje de verdad y que la experiencia debía ser un viaje interior. No he tenido ningún miedo a enfrentar mis diablos y en desear con  fuerza lo que quiero. He comprobado mis límites físicos y mentales y en ambos llego lejos.

“Caminante son tus huellas el camino…”

No me puedo dormir, estoy en Puente la reina, hay unas 40  personas más durmiendo en la habitación. Es mi primera noche así que todavía no he cogido el horario del peregrino, las luces se apagan a las 10. Tengo un libro pero no tengo linterna y además se me olvida la radio, que mal comienzo. A las tantas de las mañana voy al jardín a tomar el aire y cuando bajo de la litera la chica que duerme debajo se asusta y da una voz que despierta a medio albergue, así que mejor no moverse de la cama. A la mañana siguiente empiezo con fuerza, la mayoría de los peregrinos hacen 20 km y se quedan en Estella, pero yo sigo adelante en solitario y me hago doce kilómetros mas. Llegó a Villamayor y la primera en la frente, el hospitalero me dice que no hay sitio en el albergue, el siguiente pueblo esta a 12 km pero son más de las 4 de la tarde. Duermo en la plaza del pueblo con otros 20 peregrinos,  los cuales a raíz de ahí seremos buenos compañeros de viaje….

Lo mejor del camino es por la mañana, empiezas a andar de noche aun con la lucidez del sueño, hay un silencio absoluto y las vistas son espectaculares, algunas noches no necesitas linterna  con el cielo estrellado. Lo que se siente hay que vivirlo  allí,  caminar con la luna llena o mientras ves el amanecer  es un espectáculo que merece la pena. Luego, cuando han pasado tres horas  el sol ha salido y empieza a hacer calor, ahí  estas cansado y lo que quieres es llegar cuanto antes al albergue, a partir de ahí no hay disfrute, a contar kilómetros.

Una noche en el jardín del albergue estamos reunidos un grupo de peregrinos, y  uno que vive en el Camino y se dedica a hacer uno detrás de otro desde hace años nos cuenta historias que le han sucedido…. Durante varios días coincido con un hombre anciano en los pueblos, debe de tener  más de setenta años y  esta andando mucho porque yo lo he hago y lo sigo encontrando, después de varios días me acercó a el y en una conversación en la que el me habla en portugués y yo le respondo en español me cuenta que es belga, misionero en Camerún y viene desde Bélgica andando en un camino que empezó hacía cuatro meses…. Una mañana camino con un italiano, no nos conocemos de nada pero a los 5 minutos nos estamos contando cosas bastante serias, a un punto me dice que elija un color, le digo que el verde y mientras estamos andando  saca un largo cordón verde y una navaja, empieza a cortar, a medir y a hacer nudos y me hace una pulsera, dice que es la pulsera de la amistad y ese será mi amuleto hasta Santiago… Dos familias francesas que caminan con los niños pequeños mientras un burro porta todas sus cosas, una madre alemana hace el camino con su niño de un año en el carricoche, una mujer con parálisis en medio cuerpo camina muy despacio pero no se detiene, un hombre con prótesis en ambas piernas sube el Ocebreiro….

Me vengo del Camino con una piel morena, con seis kilos menos y con un italiano y  un alemán muy perfeccionados.

En el Camino te sucede todo lo que te pasa en la vida, pero de una forma concentrada y amplificada. He andado casi 30  km,  termino la etapa y  llego al albergue, estoy cansado pero algo dentro de mi me dice que siga andando, pero si sigo adelante perderé los compañeros que hice el día anterior y puedo quedarme solo, por otro lado llegaré a un albergue donde no conoceré a nadie y podré así hacer nuevas amistades.

La Meseta es dura, en el horizonte solo se ve un  camino que parece infinito, no hay ni un árbol ni un monte. Cenando en un albergue de Burgos una compañera y yo empezamos a hablar de lo que sería hacer 50 km para llegar a un albergue muy especial del que nos han hablado, cuando la hospitalera oye lo que decimos muy exaltada nos mira como locos y nos dice que eso es imposible, que no se puede andar esa distancia, que es muy peligroso; no para de explicarnos la locura que haríamos durante un buen rato y empiezo  a sospechar que tiene envidia porque ella no ha podido o no ha querido andar esa distancia. Esa noche velo armas y a la mañana siguiente salgo como un atleta al camino.

El albergue es la misma iglesia, es pequeña y esta en medio del camino, no tiene electricidad y cenamos a la luz de las velas. Los hospitaleros se suben al altar y se ponen unas capas con la cruz de Santiago, comienzan a darnos la bienvenida y a continuación dan paso al rito. Ese día he andado  50 km, casi doce horas parando solo lo necesario, muchos me decían a mi y a mi compañera italiana que íbamos a hacer una barbaridad, estaba roto, pero veía que había merecido la pena, durante la marcha ambos nos estuvimos apoyando y eso fue bonito. Los hospitaleros con mucha solemnidad nos llaman a los peregrinos al altar, nos piden que nos sentamos alrededor y que nos quitemos  el calzado. Con sus capas puestas los hospitaleros que son italianos van uno por uno, tenemos que decir nuestro nombre en voz alta, entonces cogen una vasija de agua y mientras te lavan los pies te están  rezando una oración en la que le piden al apóstol fuerza para que llegues a Santiago, y terminan besándote el pie. Me cuesta contener la emoción, he andado a un ritmo más rápido del que puedo,  pero todo lo que estoy viviendo es único y el cansancio y la emoción están rompiendo. A la mañana siguiente cuando estoy preparado con la mochila puesta para salir los hospitaleros me llaman, salen conmigo a la puerta del albergue, de nuevo se colocan sus capas,  me rezan un Padre Nuestro,  una oración y me bendicen. 50 kilómetros y 12 horas andando no son nada.

Estoy tumbado en la plaza de la catedral, llevo un día en Santiago y ya estoy descansado, en unas horas empiezo el camino a casa, me siento muy tranquilo, me siento muy orgulloso. Ha  sido un Camino duro pero estoy contento, el Corazón me ha hablado y siento que he sembrado muchísimo en el peregrinaje, se agolpan demasiadas imágenes y emociones y tengo ganas de sonreír, de llorar, de gritar…  pero estoy cansado y estoy tumbado en medio de la plaza del Obradoiro. Me encuentro a mi compañero italiano, Marco, el que me regaló la pulsera y al que no veía desde hacía una semana, en ese tiempo yo he andado más de 30 km al día, lo cual es mucho, pero el ha andado todavía mucho más que yo y ya viene de vuelta de Finisterra, nos saludamos con alegría y nos deseamos suerte, quedamos para tomar una birra en Florencia y cuando ya me voy a despedir me dice con una sonrisa   “ahora es cuando empieza el Camino”.

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