viernes, 5 de agosto de 2011

Berlin



“Berlín, tu puedes ser tan fea” y realmente lo es, alexanderplatz  es un desastre de plaza y la torre de la televisión es solo imponente. Pero algo tiene que enamora.

Fui a Berlín por todo lo que había leído, tenía un Berlin en mi cabeza, un Berlín literario del que cuando llegué poco quedaba. Berlín no es una ciudad alemana, ya no es la capital de Alemania, es una capital del mundo. Cualquier camarero o dependiente en cuanto te oye el acento extranjero te responde en inglés, “será que mi alemán no es bueno, será que no se entiende”. Después de analizar mil situaciones en las que yo hablo alemán y ellos me responde en inglés me doy cuenta de que no, de que mi alemán es correcto, sencillamente los ciudadanos lo tienen tan interiorizado que su ciudad es internacional y tiene que ser abierta que te hablan siempre en inglés, y eso da bastante rabia.

La división de la ciudad ha hecho que su estructura sea un auténtico desastre, un caos; el mapa del metro parece como si lo hubieran diseñado con los ojos cerrados y las calles son tan anchas que cuando cruzas la cera ya te has cansado.

El alemán es una lengua endiablada, se requiere una cierta dosis de masoquismo para afrontar este idioma. Pero en Berlín no te quieren hablar en alemán.

Siempre he creído que los lugares los hacen las gentes, pero  en dos semanas apenas he conocido a un par de berlineses. He conocido a gente de todos los lugares del mundo, pero berlineses poquitos, mejor dicho ninguno. ¿Y si los lugares lo hacen las gentes que puedo decir de Berlín si no he conocido a ningún berlinés?

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